Fundamentación

FUNDAMENTACIÓN 

Debiendo ser los Archivos, teóricamente tan antiguos como la historia propiamente dicha, a partir de la invención de la escritura, parecería totalmente extemporáneo, que a comienzos del siglo XXI, nos cuestionemos el rol del archivero. Todo avance en la técnica y en las ciencias de la información va aparejado de sustitución o ampliación de actividades e incorporación de funciones en relación a las exigencias de los servicios que se le requieren y de los medios existentes para satisfacerlas. Los últimos tiempos se han caracterizado por los cambios vertiginosos y continuos, debiendo los archivistas asumirlos con total responsabilidad. Desde hace tiempo ha ganado terreno el concepto que considera al archivero como administrador de documentos, cuyo campo abarca a éstos en todo su ciclo vital. Todo profesional de archivo sabe que debe conocer exhaustivamente los documentos y cuánto a ellos concierne. Al respecto analiza: la Institución productora (origen, organización, funciones y actividades); la documentación producida (sus caracteres internos y externos), tipología, valores y metodología para su determinación, selección, aplicación de criterios para clasificación y ordenación, normalización de la descripción, condiciones de conservación, accesibilidad in situ, en el entorno digital, virtual y reprográfico. El archivero al poseer sólidos conceptos intervendrá en los archivos de gestión, intermedios e históricos dominando redes o sistemas integrados. En consecuencia todas las corrientes actuales hablan de administrador de documentos. Se ha dicho que el estudio y la consideración de la tipología documental constituyen el eje de las actividades archivísticas. El análisis de los tipos documentales, y la valoración de los mismos para que se pueda practicar una selección racional, es lo que asegurará una conservación útil, que realmente sirva a los usuarios actuales y potenciales, que satisfaga los intereses de la administración de la sociedad y de la cultura. El principio sigue siendo válido, pero en los sistemas de producción documental, los archivos de gestión no son ya en su totalidad biblioratos o legajos en armarios de oficinas sino que se han incorporado a los mismos los documentos electrónicos. Por lo tanto el archivero debe intervenir en el proceso de gestión. Si la selección se traslada a la oficina ésta debe estar prevenida, guiada y controlada por el archivero. La tabla de selección tiene que figurar entre la normativa y los instructivos de las oficinas administrativas. De esta forma se podrá efectuar no sólo una clasificación sino también una descripción acorde a los principios archivísticos, y muy especialmente una depuración que tenga en cuenta que las fuentes que se dejan a la historia sean válidas. A modo de consideración final se deberá tomar en cuenta que los archivos públicos, administrativos o históricos no pueden ser propiedad de persona o grupo alguno, son de la Nación Argentina, por lo que forman parte de su patrimonio, son de la ciudadanía, en ellos se resguardan los hechos cotidianos y el producto de los gobiernos federal, provincial y/o municipal; en ello se retrata el desarrollo urbano, cultural, social, religioso de las ciudades y pueblos, por todo ello los archivos deben ser tratados y trabajados bajo los lineamientos archivísticos, no como bibliotecas, centros de documentación o almacenes…; así el archivo cumplirá su función primordial: el servicio de los documentos a la administración, a la comunidad y a la posteridad.